Sinopsis


Ioannes el pequeño de cinco hermanos, muere trágicamente a causa de una enfermedad despiadada que en un mes reduce toda perspectiva de un buen pronóstico.

La historia se desarrolla en el Cielo al reencontrarse con los suyos. Cuando llega a su “destino” le recibe y guía su primo Balta –fallecido tiempo atrás-, que viste de un blanco impoluto. Le explica que la muerte no esta tan mal y que “aquí somos lo que queríamos ser en la Tierra”

Asistimos así a una explicación minuciosa e incluso mecanicista de cómo funciona el Cielo. Cada uno rejuvenece hasta que se siente bien, los espacios se proyectan sobre la nada, se recrean los rincones favoritos.

En esa escuela que es la añoranza, cada uno de los suyos busaca la forma de sobreponerse. Beatriu Mar se refugia en un relato que comienza como un ejercicio de consuelo, y se convierte en el modo de perpetuar a todos la alegría que desprendía el pequeño de los Marcuello.

Una serie de peripecias y andanzas por sus orígenes, tienden a animar la tónica jocosa del libro. A pesar de un lado fantástico, hay una conexión con la realidad a través de unas cartas. A modo de “flashback” provoca las incursiones reales de su pasado reciente. Las cartas demuestran lo que representó para cada uno de ellos. Destacando el hecho que fuera homosexual, conquistando por su simpatía a cuantos dejo atrás y a cuantos se encontraron con él. El dolor queda siempre solapado, por el tono bromista con que se le describe.

“Kendapiu” posee una carga poética notable. El tono festivo se alterna con pasajes más profundos. Recoge emociones, disparates y la felicidad con que vivió la vida.

miércoles, 20 de abril de 2011

Tetería Otman



Para hablar de “KENDAPIU”  nos dimos cita esta vez en Barcelona en la Tetería  Otman. Un ambiente marroquí  a la cálida luz de unas  velas y un  aroma  a hierbabuena  de un té que nos daba la bienvenida. Palabras amables, una grata  conversación de amigos. Entre los sueños compartidos de: amas de casa, futuros escritores, genios del alma, diseñadores de moda, ilusionistas, comentaristas del mundo, jueces del coraje…
En un acto totalmente intimo, esbozamos sonrisas, cruzamos miradas.
Reveladoras muecas de un sentir sencillo que dieron forma a una velada de palabras llanas, tan tenues como la luz, tan dulces como el té.
Agradecida  a todos  los  que compartisteis  “Kendapiu” esa tarde conmigo.
Gracias a cada uno por los encomios,
a mi duende de la cámara y el video, por ser tan profesional.